sábado, 4 de junio de 2011

Diferencia entre poesía gauchesca y la de payadores.

Santos Vega, (payador legendario, vencido únicamente por el Diablo en la persona de Juan sin Ropa), en décimas, por Carlos Obligado.


Al consultar materiales para elaborar este blog, nos dimos cuenta de que en ocasiones tiende confundirse la poseía gauchesca con las payadas. De heco, nosotros las confundíamos. Y es que ambas manifestaciones tienen que ver con los gauchos (si bien es cierto que en Sudamérica las payadas ahora las llevan a cabo artistas de diferentes procedencias, y guarda ciertas distancias con la de los primeros payadores).

Una de las motivaciones de este error es que el máximo representante de la gauchesca, el Martín Fierro imita la métrica de la paya y su protagonista es un payador.

La diferencia principal estriba en que la gauchesca fue escrita sobre los gauchos y la paya era entonada por ellos mismos.

La poesía gauchesca es uno de los acontecimientos más singulares que la historia de la literatura registra. No se trata, como su nombre puede sugerir, de una poesía hecha por gauchos; personas educadas, señores de Buenos Aires o de Montevideo, la compusieron.[1]


Mientras que la payada era inicialmente patrimonio popular. Para ilustrar las diferencias tomaremos el Martín Fierro como ejemplo y lo compararemos con una paya. 



La obra de Hernández tiene un carácter narrativo, cuenta una historia. La gran mayoría de las payas no relatan nada, sino que son ocurrencias o consideraciones sobre diversas cuestiones. Hernández, a parte del aspecto estético, pone en su texto una fuerte carga crítica en torno a su nación, en particular el gobierno.

Las payadas son de carácter eminentemente oral, volátil, mientras que la gauchesca está escrita y es producto del trabajo de hombres letrados que persiguen un fin distinto al de entretener a alguna audiencia:
  
La poesía gauchesca, desde Bartolomé Hidalgo hasta José Hernández, se funda en una convención que casi no lo es, a fuerza de ser espontánea. Presupone un cantor gaucho, un cantor que, a diferencia de los payadores genuinos, maneja deliberadamente el lenguaje oral de los gauchos y aprovecha los rasgos diferenciales de este lenguaje, opuestos al urbano.[2]

Las payas brillan casi siempre por la ausencia del elemento ideológico, mientras que la de materia gauchesca busca, si no hacer conciencia, contribuir a la formación de una identidad nacional. La poesía payadoresca surgió de los gauchos, mientras que esta última surgió cuando estaban extintos.

Y aunque el Martín Fierro pretende imitar los modos de la payada, no lo es. De hecho, en La vuelta de Martín Fierro se inserta una “payada”, esta es distante de las que se ejecutaban en las pulperías. En ella, el hijo de Martín Fierro y un moreno hacen disgresiones sobre el canto de la tierra, de la noche, del agua, etc. 

En la contraparte vemos que las payadas tratan de temas más cercanos al pueblo, como los caballos, el amor, el significado de algunas palabras, etc.

Bianco:                       Ríos y arrollos he cruzao,
siendo un resero cantor;
para mí el más nadador
es el tordillo plateato.
De los pingos de una estancia
¡perdone si lo destapo!
¿Cuál pingo es el más guapo
pa galopar distancia?
Betinotti:                    Yo he jineteao más de uno
y creo no estar errado;
como el caballo gateao
yo creo que no hay ninguno.
Saber quiero, compañero,
de los caballos del llano:
para correr mano a mano
¿qué pingo es el más ligero?

Aunque hoy día la payada se usa también como canción de protesta y su larga convivencia con la poesía ha hecho que en ocasiones su temática se acerque a la de la poesía.

La gauchesca tiene como principal medio de difusión la imprenta; la payada, el canto. Esta última está escrita en versos de arte menor, mientras que la primera usa también los de arte mayor. El tema de que abordan autores como Hernández es más humanista, mientras que el de los payadores tiende a ser más cotidiano y usar el lenguaje común, mientras que la gauchesca lo imita.

Así que estas dos manifestaciones artísticas tienen diferentes orígenes, la ciudad letrada y el pueblo.



[1]  J. L. Borges  El Martín Fierro. Buenos Aires, Columba, 1960. p. 9.
[2] Ibíd. p. 16.

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